Puede afirmarse que gracias a los bellos colores de la faz de los flancos y del pecho que las identifica con su voz, existe una paz relativamente sólida en el mundo de las perdices. Únicamente cuando un recién llegado o cuando un macho demasiado audaz invade acústicamente el territorio de sus vecinos podría tener lugar una pequeña conflagración. Cuando la voz del vecino resuena demasiado cerca de la frontera, el macho defensor del territorio acudirá a su encuentro, se turba entonces momentáneamente la dicha nupcial de las perdices, tanto los machos como las hembras escuchan con detenimiento, y los más belicosos llevan a cabo una pequeña invasión que generalmente va perdiendo intensidad a medida que se alejan del centro de su feudo. No tarda evidentemente el presunto agredido en salir también a la defensa de la frontera. Normalmente como decimos, a medida que los presuntos duelistas se alejan de sus fuertes van debilitándose sus agresivas intenciones. Luego parecen más preocupados en evitar que sus hembras les abandonen que en pelear con el vecino.
Pero incluso en la época apasionada de los amores, cuando más se descuidan las parejas de perdices, la presencia de un ave de presa, las hará adoptar todas las precauciones características de esta especie, inmovilidad absoluta y una posición que disimula perfectamente los plastrones, costales y la blanca mancha de la garganta. Desde lo alto resulta muy difícil para un ave de presa descubrir a una perdiz, quizá por esta razón soportan perfectamente nuestras perdices rojas la presión de los depredadores alados.

Durante la incubación resultan sumamente vulnerables las perdices y sobretodo los huevos que ocupan sus nidos. Ha podido comprobarse, que los jabalíes al poseer un olfato extraordinario y la gran expansión de éstos terminan con muchas polladas de perdices. Mejor conocido y más tradicional diríamos es el zorro como enemigo de las polladas de las perdices, ha de conducirse este depredador por el olfato que usa exactamente igual que los perros de caza para descubrir a las bien ocultas perdices. Éstas fiadas por su mimetismo aguantan hasta el último momento y aun así no levantan el vuelo hasta que se encuentran lejos del nido con objeto de no detectar su presencia. Resulta innegable, que los zorros destruyen algunos nidos de perdiz, es necesario no obstante, hacer constar que son peores enemigos de las nidadas los propios jabalíes. En cualquier caso nuestras hermosas perdices rojas se las han arreglado durante milenios para sacar adelante sus copiosas miradas pese a la presión de sus depredadores. Mucho más nefasto ha sido para la densidad de sus poblaciones en el empleo de herbicidas y pesticidas, las roturaciones inapropiadas, la destrucción de la vegetación espinosa y espesa que protege generalmente los nidos de las perdices.
Las perdices se alimentan de multitud de materias tanto animales como vegetales, es cierto que durante sus primeras semanas de vida, las perdices consumen sobre todo insectos como hormigas, saltamontes, chicharras e incluso pequeños moluscos, larvas, gusanos y también los granos de los cereales y frutos. Las perdices propias de esteparias y terrenos secos no necesitan agua en abundancia pues son capaces de obtenerla del rocío y la vegetación.