jueves, 1 de diciembre de 2011

La Perdiz Roja

Todavía está muy lejos la primavera cuando las estepas, labrantíos y montes españoles trepidan con el canto de las perdices. Nuestras hermosísimas perdices rojas, en pleno mes de Febrero estarán ya emparejándose. El rocío sobre la pluma densa, los machos de las perdices rojas desafían las frías madrugadas del mes de febrero en lo que podríamos llamar una batalla acústica. Las parejas de perdices toman posesión de sus territorios, unas en las abiertas llanuras, otras en los bosquecillos, algunas en las lomas en las tierras de labor. Y la manera que tienen nuestras bellísimas perdices de proclamar sus derechos territoriales es el canto. Esto lo saben muy bien los partidarios de la caza con reclamo, saben que introduciendo un cantor nuevo dentro de una comunidad de perdices llevan a cabo una invasión flagrante que atraerá hacia el recién llegado a los machos iracundos que han tomado ya posesión de sus feudos. Exhibiendo los bellísimos plastrones de los flancos que son también como una bandera de identificación y de combate. Los machos de las perdices rojas tienen multitud de sonidos para comunicarse con sus competidores y sus hembras.

Puede afirmarse que gracias a los bellos colores de la faz de los flancos y del pecho que las identifica con su voz, existe una paz relativamente sólida en el mundo de las perdices. Únicamente cuando un recién llegado o cuando un macho demasiado audaz invade acústicamente el territorio de sus vecinos podría tener lugar una pequeña conflagración. Cuando la voz del vecino resuena demasiado cerca de la frontera, el macho defensor del territorio acudirá a su encuentro, se turba entonces momentáneamente la dicha nupcial de las perdices, tanto los machos como las hembras escuchan con detenimiento, y los más belicosos llevan a cabo una pequeña invasión que generalmente va perdiendo intensidad a medida que se alejan del centro de su feudo. No tarda evidentemente el presunto agredido en salir también a la defensa de la frontera. Normalmente como decimos, a medida que los presuntos duelistas se alejan de sus fuertes van debilitándose sus agresivas intenciones. Luego parecen más preocupados en evitar que sus hembras les abandonen que en pelear con el vecino.

Pero incluso en la época apasionada de los amores, cuando más se descuidan las parejas de perdices, la presencia de un ave de presa, las hará adoptar todas las precauciones características de esta especie, inmovilidad absoluta y una posición que disimula perfectamente los plastrones, costales y la blanca mancha de la garganta. Desde lo alto resulta muy difícil para un ave de presa descubrir a una perdiz, quizá por esta razón soportan perfectamente nuestras perdices rojas la presión de los depredadores alados.

Tras un par de meses de noviazgo las perdices se tienden en los ocultos nidos para incubar los 10, 15 o hasta 20 huevos, permanecerán perfectamente ocultas sobre ellos hasta entrado el verano durante 23 ó 24 días. Los machos pueden permanecer cerca de las hembras incubadoras o a su vez pueden ellos también incubar huevos depositados en un segundo nido por parte de sus consortes, este es un hecho muy poco conocido pero que determina la gran capacidad reproductora de nuestras bellas perdices. Por esos días andan también las codornices parientes de las rojas gallináceas y llegas del África en plena parada nupcial podríamos afirmar que son mucho menos protocolarias que las perdices, posiblemente porque como aves migradoras sus bodas han de ser más cortas. No disponen de mucho tiempo para el requiebro y quizá por este hecho su pasión resulte ilimitada. Unos machos cantan para atraer a las hembras, mientras otros las persiguen estrechamente hasta conseguir la cópula. También los amores de las codornices evidentemente van encaminados como en el caso de sus más grandes parientes a determinar voluminosas puestas de las que nacerán un montón de pollitos que harán las delicias de los cazadores españoles.

Durante la incubación resultan sumamente vulnerables las perdices y sobretodo los huevos que ocupan sus nidos. Ha podido comprobarse, que los jabalíes al poseer un olfato extraordinario y la gran expansión de éstos terminan con muchas polladas de perdices. Mejor conocido y más tradicional diríamos es el zorro como enemigo de las polladas de las perdices, ha de conducirse este depredador por el olfato que usa exactamente igual que los perros de caza para descubrir a las bien ocultas perdices. Éstas fiadas por su mimetismo aguantan hasta el último momento y aun así no levantan el vuelo hasta que se encuentran lejos del nido con objeto de no detectar su presencia. Resulta innegable, que los zorros destruyen algunos nidos de perdiz, es necesario no obstante, hacer constar que son peores enemigos de las nidadas los propios jabalíes. En cualquier caso nuestras hermosas perdices rojas se las han arreglado durante milenios para sacar adelante sus copiosas miradas pese a la presión de sus depredadores. Mucho más nefasto ha sido para la densidad de sus poblaciones en el empleo de herbicidas y pesticidas, las roturaciones inapropiadas, la destrucción de la vegetación espinosa y espesa que protege generalmente los nidos de las perdices.


Unas horas después de la eclosión los perdigones comienzan ya a caminar conducidos y protegidos por la madre, apenas si pesan 20g recién nacidos. Están dotados no obstante, del vigor la viveza y la protección por las plumas y el plumón incipientes. En esos primeros días a los pollitos que no permanecen cerca de sus madres le esperan múltiples peligros. A los 15 días de edad los perdigones ya están totalmente desconocidos, con dos meses pesarán ya 200g. A pesar del peligroso mundo en el que viven las perdices, la densidad de ellas es significativa y esto posiblemente sea debido a la actividad de la perdiz para vigilar los movimientos de cualquier presunto enemigo.

Las perdices se alimentan de multitud de materias tanto animales como vegetales, es cierto que durante sus primeras semanas de vida, las perdices consumen sobre todo insectos como hormigas, saltamontes, chicharras e incluso pequeños moluscos, larvas, gusanos y también los granos de los cereales y frutos. Las perdices propias de esteparias y terrenos secos no necesitan agua en abundancia pues son capaces de obtenerla del rocío y la vegetación.